No pido relojes detenidos,
ni calendarios que olviden el pasar,
solo un instante que se quede a vivir
entre tus manos y mis latidos.
Un tiempo sin prisa ni sombras,
donde los días no huyan
y las noches no teman quedarse,
donde podamos sembrar palabras
que florezcan en miradas compartidas.
Quiero el tiempo que toma un abrazo
en hacerse refugio,
el tiempo que tarda una sonrisa
en desarmar las dudas,
el tiempo exacto en que tus labios
aprendan a pronunciar mi nombre
como si fuera suyo.
No pido eternidades perfectas,
ni promesas que desafíen el futuro.
Pido el tiempo necesario
para construir un amor
que no dependa de las horas,
sino del eco de nuestras risas,
del compás de nuestros pasos.
Tiempo para caminar contigo
por calles que no existen aún,
para que la luna nos preste su luz
y el sol nos enseñe
a calentar los silencios.
Que el tiempo sea apenas un pretexto,
un soplo que no se agote,
mientras tú y yo inventamos
cómo quedarnos,
cómo ser.
Porque no quiero un amor que pase,
ni un reloj que marque adioses.
Quiero el tiempo que dure un nosotros,
el tiempo que tome
a la vida
para volverse eterna en tus ojos.