En el corazón del joven, una tormenta,
Un mar de emociones que nunca se aquieta.
Busca respuestas en la noche eterna,
Un faro de calma en la marea incierta.
Sus ojos reflejan la lucha, el dolor,
Como olas que rompen en un vasto litoral.
En su pecho, una llama de enojo y ardor,
Y en mi alma resuena un eco visceral.
Los días pasan como nubes fugaces,
Llevándose la esperanza, dejando el pesar.
Pero en cada suspiro, en los lazos que haces,
Se encuentran destellos de paz, de amar.
Nuestro vínculo es fuerte, de amor y cuidado,
Aunque el mundo nos sacuda con su dura tempestad.
El amor de madre no se define por sangre,
Sino por la promesa de confiar en mí sin cesar.
En cada abrazo, cada gesto brindado,
Hallamos la fuerza para enfrentar la realidad.
Y aunque no sea por sangre, siempre te cuidaré,
Mi amor y apoyo nunca te faltarán, siempre estaré.