Cuando finalmente supe entender cómo eras,
cómo era tu amor,
lo que sabías dar
y lo que sabías recibir,
dejé ir tantas cosas:
tantos reproches,
tantas inseguridades,
tantas exigencias.
¿Cómo puedes exigirle a alguien darte algo
que no está acostumbrado,
que no sabe sentirlo,
que no sabe su definición?
¿Es justo?
Perdóname por juzgarte tanto,
por asumir que no me querías,
cuando me querías a tu manera,
con esos pequeños detalles,
tus pequeños gestos.
Poco a poco fui leyendo entre tus líneas,
y fui descubriendo en esos gestos,
tus detalles de amor más puros.
Eras tan genuino de muchas formas,
y no solía verlo.
Me centraba en lo que no podías hacer,
en lugar de ver lo que sí podías ofrecer.
Ahora que ya lo sé,
me siento tan en paz.
Y de verdad puedo decir:
te amo como eres.
Veo a través de ti,
y me gusta lo que veo.
Somos un equilibrio;
sabemos llevar esto.
Tú y yo somos un complemento.
Gracias por enseñarme a ver más allá.