Hoy quiero de ti, hablarte y hablarme,
de tu marcha desde mi paisaje hasta lo ausente,
perdida ya para todo y siempre,
como un deshielo rápido de la nieve, marchándose...
Te sostuve lo que pude, pero dejaste mi eje,
no sé bien para qué ni para quién, a lo mejor para nadie,
cuando te derretiste en mi mano leve,
y rotunda desapareciste, fuera ya de mi alcance...
¡Qué difícil es, ser el último en morirse!
Vivir hoy como si fuera mi última luna, es mi grave costumbre,
tras la angustia en que me ciñó tu trance,
donde mi vida ya se vistió de color otoño, siempre al oeste...
Déjame escapar me dijiste,
cuando abracé en el albor de tu viaje, tu súplica breve,
apenas audible en aquella tarde,
que fue un día terrible, aunque fuese limpio el aire...