La muerte es una diadema
que a todos ciñe algún día
es como una mano fría
que con su tacto nos quema.
Nadie comprende su lema
cuando el frío hálito exhala.
Su guadaña nos señala
sin distingo por edad
por vileza o por bondad,
no atiende a guía ni a escala.
La muerte acecha escondida
en su nido de serpientes
bien afilados sus dientes
para arrancarte la vida.
Saliendo de su guarida
llega como un vendaval.
Te enmaraña en su espiral
y con sus garras de acero
corta con golpe certero
tu cordón umbilical.
La muerte, ardorosa lava
que con encono arremete,
es un áspero estilete
que en las entrañas se clava.
Nos escarba y nos socava
como una experta labriega.
Siempre gana en la refriega,
de sus garras no escapamos
y por mucho que vivamos
nos sorprende cuando llega.