Hernán Mejía Silva

EL DIARIO

Caricia en tinta negra,

presionando de una hoja,

de papel su arteria,

arcaica manía 

tiene como suspiro,

aquella confusa nostalgia.

 

Guarda el secreto

la débil tumba,

en la caligrafía yace,

el laberinto de su misterio,

epístola de visiones fugaces,

resplandece su penumbra.

 

«Si no fuese silencio,

no tendría el suspiro

para guardar en mi corazón,

vena de árbol,

tu eterno delirio»,

Me dijo al escucharlo,

ayer por la tarde,

después de cerrarlo.