Te sembraron al alba de un sueño,
cuando la sombra huía del campo,
y las estrellas, en su canto,
tejían libertad con firme empeño.
De una tierra herida, en sombra quebrada,
brotó tu letra, manantial sereno,
que al pueblo dio su aliento pleno,
calmando la sed de una época apagada.
Escrita al filo de un tiempo febril,
donde España aprendía a respirar,
fuiste un nuevo libro en manos fatigadas,
y promesa que volvía a latir.
Tus textos nacieron en mesas heridas,
con manos temblorosas por el ayer.
Y alzaste tus ramas al amanecer,
en un árbol plantado en tierras vencidas.
Las calles te aclamaron,
los gritos apagaron las botas,
naciste con miedo, sí, pero con la fe
de que el miedo se vence gota a gota.
Hoy te miro, Constitución,
como quien ve un retrato gastado:
reflejo de un sueño labrado,
sombra de un futuro en construcción.
Pero eres el pulso de nuestros derechos,
un faro que guía el mañana incierto,
y aunque no seas, ni serás perfecta,
eres la luz que iluminó el comienzo.
Porque no hay libertad sin grietas,
ni justicia sin manos hermanas,
que sigan escribiéndola
con palabras que generen esperanzas.
No calles nunca, verso de estrellas,
sigue cantando bajo la lluvia
de aquellos que buscan en tus manos
un cielo donde la sociedad florezca.
José Antonio Artés