Siempre están presentes los laberintos sin salida,
que te desgastan,
haciéndote vacilar en la incertidumbre
a la que recién te has entregado.
Sin embargo, en el caos
puedes encontrar un resquicio:
una estrategia,
un paliativo
que te permita respirar en el abismo.
Algo así como la esperanza.
Vivir es estar atrapado
en un número infinito de encrucijadas,
en las que no siempre hallarás un camino.
Estás destinado a librar
batallas interminables,
y no saldrás indemne:
lesiones, magulladuras,
y acaso, la sangre
que se derrama sin aviso.
Pero confías,
en que el tiempo,
llegará con su promesa
de un día sin dolor,
de un día en que el sufrimiento ceda.
Aunque, en verdad,
eso jamás ocurrirá.
La razón misma de existir
está tejida con lo irremediablemente difícil.
Es lo que te empuja a seguir,
aunque, irónicamente,
renegarás siempre del sufrimiento
que te hace humano.