Volteó la cabeza muy despacio solo para verlo desde la ventana alejarse con rápidos pasos en medio de la neblina que ocultaba las siluetas de viejos edificios. Los rayos del sol aún no despuntaban sobre los techos, sin embargo, ella pudo verlo claramente, quizá porque él llevaba su corazón bajo el brazo. Lo había arrancado de cuajo mientras hacían el amor horas antes. Algunos vecinos con insomnio se enteraron al escucharla gemir repetidamente, pero nadie la auxilió mientras su amante cometía la barbarie. Aquella noche había sido única. Perdió su vital órgano en medio de un brutal orgasmo.
Ya de día un chico corea el diario en una esquina:
“...Extra, extra, Justo Aldú ataca de nuevo”
Justo Aldú
Panameño
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