En las nostalgias de la tarde, irrumpe el atardecer, los recuerdos de aquellos amores imposibles, de eso que nunca tuvo forma, de lo que nunca se expresó mirando a los ojos.
Lo que el corazón, reclamaba a gritos; han pasado tantos atardeceres, los ojos se han desgastado mirando ese horizonte, la razón se impone una vez más, no es fácil la derrota, declarar.
Cuesta aceptar que, nunca fue nada, que la ilusión corrió sin freno y la ingenuidad se estrelló con la dura realidad; y sin querer, nos vamos al otro extremo, dónde la verdad nos abraza, con la frialdad.