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OH MÍA, EN EL MUTISMO DE LA NOCHE QUE SE APACIGUA...

Oh mía, en el mutismo de la noche que se apacigua,
tu alma deambula cual itinerante sin categoría,
se clarifica nuestra unidad en su consumación
aunque lejos esté tu mundo de mi mundo;
arremeten las conjeturas sobre tus sábanas
y luego se ocultan bajo tu almohada, soñando, soñando...
con el eclipse de nuestras visiones,
persistiendo, el aro de nuestro idilio va encendiendo
a la fusión de nuestras integridades en el acto;
en la serenidad de la noche a tu conciencia llego
para que juntos forjemos a los ósculos y arrumacos,
y mis visores envuelvan a tu alma que se inquieta,
matando así tus desolaciones, guardando la efervescencia,
ser de belleza, la misma que camelará toda intuición de poeta;
si en este sosiego alimentas nocturnamente al fuego
de los sueños que se colman de amor, ambos nos remontaremos
al viaje sin término en el que hemos de amarnos,
desbordando donosura y picardías en la aventura
por la cual hemos de eternizarnos.