Mi boca enrojecida
por el acre sabor de tu saliva,
ya no es devoción lesiva
en el áspero furor
donde enterré tu huída.
Mis ojos, confidentes
con el delator espejo
donde escondite con prisa
tus evasivas miradas
peinandote con mi pena
al abandonar mi vida,
no sollozan tu partida.
Ya vertí dolor y poesías
en lágrimas sin negativo
y hundí el barco fugitivo
donde indagué tu travesía.
Mi alma hoy vuela solitaria
alejada del enorme precipicio
de corrosivas rabietas
del desamor danzarinas.
JOSE ANTONIO GARCIA CALVO