Bajo un cielo de cristal que refleja mil colores,
danza la luna, tejiendo destellos en las flores.
Un río de estrellas fluye entre los montes,
y el viento canta versos sobre sus horizontes.
Allí, en un campo de árboles dorados,
se alzan luminarias de sueños olvidados.
El aire huele a magia, a tierra encantada,
y cada paso nuestro enciende la alborada.
Te miro entre la bruma de luces titilantes,
y tus ojos, dos faroles, son fuego fulgurante.
El tiempo se detiene, el cosmos nos observa,
somos dos cometas que el destino conserva.
Nos sentamos en un prado de pétalos brillantes,
bajo cascadas de luciérnagas danzantes.
Tu risa se mezcla con el canto del mar,
que en la distancia rompe con su suave vaivén lunar.
En el cielo, dos lunas juegan con su reflejo,
mientras dibujo tus sueños en el lienzo del espejo.
Las constelaciones susurran canciones,
que guardan el ritmo de nuestros corazones.
Entre montañas que brillan como cristales,
el eco de nuestra voz cruza los valles.
Cada palabra se eleva en una espiral,
tejiendo un poema en un idioma celestial.
El rocío nocturno besa nuestra piel,
y el universo entero parece un pincel.
Pinta tu silueta con colores divinos,
y mi alma se ancla en nuestros destinos.
No hay final en este mundo inventado,
donde el amor es eterno y nunca apagado.
Bajo el cielo de cristal, quedamos tú y yo,
esculpiendo la eternidad con nuestro amor.