Tus celestiales plantas
Se posaron en aquel cerro
Y de la tierra seca y estéril
Milagrosamente crecieron rosas
Dando así un nuevo sentido
a la nación que recién se formaba
dando esperanza de un futuro
donde el amor venciera y hermanara
Tus ojos de dulzura infinita
Alumbran desde entonces
Éste suelo constantemente invadido
Trayendo en el vientre purísimo
El divino misterio de luz y de vida
Hoy que tantos buscan eliminarlas
Esparciendo incredulidad e ideologías
Negando la obviedad de dos sexos
Llamando al asesinato un derecho
Y exigiéndolo con descaro egoísta
Tus manos piadosas en permanente oración
Que maternalmente a rezar nos enseñan
Y cuyo ejemplo tan pocos practican
Y cuyo significado tantos ignoran
Ruegan por la conversión de la América
Por la patria y la América en el caos sumida
Con pena veo cada diciembre
El atrio lleno de luces y cámaras
Convertido en mundanal espectáculo
Tu imagen y rostros divinos
Plasmados en el humilde ayate
Explotados como cualquier mercancía
Y aún así no nos desamparas Señora
Tu manto desde ese feliz día nos cubre
Porque entre la tribulación y congoja
Porque ante la necedad y rebeldía
Como entonces repites al que te busca:
¿No estoy yo aquí, que soy tu madre?