“Nunca salí del horroroso Chile\". Lihn.
Sé que por aquí no he pasado,
mas sé que no sé en lo que pienso.
Mi habitación consta de cuatro de mis ausencias
y del camino de regreso a la matriz de mi presencia.
El bajar escaleras sintiéndote marciano entre tu familia,
y al mismo tiempo emprender vuelo a Europa
por un contrato familiar, trueque de dinero entre hermanos
equivale a sombras desprendidas de su cuerpo-país.
La revelación alienada del emprendimiento,
del tesoro del arco iris inquietando tu cerebro,
explota en una multitud de pesos fantasma
y luego así sin más quedas en centro de tu habitación
con tus cuatro ausencias de vuelta.
Qué fácil sería entonces viajar épicamente del primer al penúltimo peldaño
y gritar: ¡Que sea este el futuro, el futuro y prostituido presente
de ventanas queriendo ser puertas, puertas que devienen ventanas!
¡Heme pues aquí! Sentado sabiendo que no sé lo que pienso,
entre una multitud de ventanas-queriendo-ser-puertas,
mejor dicho, la sensación odiseica
del “zapping” de noche y de mañana,
lamiendo íconos que camuflan dimensiones
como parodiando la cineteca del paso del tiempo.
Un grato sitio donde practicar el simulacro
de devenir ventana de los terceros mundos.
Luego me callo los ojos y vuelvo a mis cuatro ausencias:
Así es como la TV y su magia geométrica/absurda,
en teoría, se vuelve caja de ventanas-queriendo-ser-puertas.
Aún falta explicar el lado anverso de la utopía:
Puertas que devienen ser ventanas.
Se ha explicado la pretensión de vislumbrar
la naturaleza vaivénica de la puerta,
el énfasis que se pone en el bivalente significado de la puerta,
hiperbolizándola a categoría de “ventana”,
casi como ventana en sí, característica de cierres aéreos
y de alturas que espantan los egos,
y que permiten entrar y salir al mundo
a cuanto permanezca aún en sus cuatro ausencias,
esperando retornar en una acción casi bumeránica
rumbo en el susodicho viaje a Europa.
¿Y qué cambia en fin con el vértigo eólico
de la dual noción de poder que te da la puerta?
Sé que no sé lo que pienso
pero esta idea se vuelve pies en la tierra
y aire en tu cerebro
¡Es eso! el producto eólico de la idea
que envuelve al bipolar coqueteo eterno de la puerta
con un mantra espacial, una compulsión
de querer explorar la Europa de todos los planetas posibles.
Aproximándose a la fuga de su presencia,
es la sensación de vacío lo que mantiene
a la puerta hermética en su abrir y cerrar
mas la sensación de aire la que la mantiene devenir ventana,
o, en este caso, vuelo a Europa de todos los mundos posibles.
Y sin más, nada, nada te garantiza que algún día,
algún prostituido presente o futuro
todas las presencias tengan su ventana al mundo,
y todas las ausencias tengan su puerta hacia la calle,
la esquina, el país.
Pero la infinitud de ausencias por no recorrer del todo mi habitación,
y por no recorrer del todo nada de nada,
me hacen masticar los potenciales boletos
de mi regreso de ninguna parte,
y devengo yo mismo ida-y-vuelta, ida y vuelta.
En fin, sé que por aquí no he pasado,
y solo les habla un extraño,
desde la matriz misma de sus cuatro ausencias,
aquí mismo en su habitación.
Y todo estar deviene ir.
Todo estar-en-Chile deviene ir-a-Europa.
Todo ir a Europa se vuelve un quedarse,
atarse a ninguna parte.