El amor y el desamor recorren la historia de mi cuerpo,
porque todo cuerpo cuenta su historia, y toda piel es un mapa.
El cuerpo nace, se transforma y muere;
lo que sigue, la palabra no lo sabe.
Tan profundo, tan nuestro es el ciclo del cuerpo,
que por no poder nombrar lo secreto,
decimos que lo mismo nos pasa adentro:
nacer, transformar, morir,
morir, transformar, nacer.
Mi cuerpo:
los recuerdos, las marcas, las señales;
mi sangre:
el códice líquido donde habitan ancestr@s,
sus castigos y sus caricias, tatuajes del tiempo.
Dicen que, para esconder el alma,
un dios juguetón juntó tierra y dibujó cuerpos.
Dicen que entre el afuera y el adentro
no hay velo de ilusión, pero sí distancia de barro.
Dicen que quien quiere recorrerse
ni siquiera necesita un espejo:
alcanza con mirarse las manos.
Dicen que primero vienen los cuerpos,
luego los nombres,
y al final, el eco de lo innombrable.
Dicen que es mentira que olvidamos,
porque el cuerpo atesora tiempos y canciones,
incluso en el crujir profundo de sus huesos.