Con el gato, Schrödinger fija
la condición de nuestra esencia,
un universo que refleja
la entropía de la existencia.
En la caja, el felino espera,
superpuesto entre vida y muerte,
experimento que pondera
la noción cuántica y la mente.
Dos hechos en un mismo instante
realidades que empatizan,
con nuestra razón tan cambiante,
de los desórdenes que avanzan.
El universo se amplifica
en otros mundos paralelos,
cada onda partícula explica
sucesos cuánticos velados.
En el teórico supuesto
el gato sigue saludable,
sueña tan vivo como muerto,
es solo un estado variable.
Al abrir la tapa, un destello,
la paradoja se despliega,
y el gato, en su mudo maúllo
de todo observador reniega.