A una mujer ajena
Cuando te escribo
y te envío un poema,
mujer amada y ajena,
lo hago con cautela
para evitar dilemas.
Al hacerlo,
me invade una pena,
me sonrojo
y pongo mis versos
en escena.
Rezo porque entiendas
que no deseo molestar,
que lo que quiero
es mi talante mostrar
y en un acto de dignidad,
entregar mis versos
a la dama proverbial
con profundo respeto
y cordialidad.
En tanto es la abstracción,
capaz de separar
al amigo del poeta
en su contexto
temporoespacial.
Duplicidad conductual
en un punto de encuentro,
el amor y la amistad,
el abrazo y el beso.
El amigo marca distancia,
recto y circunspecto,
apegado a las instancias,
honra el afecto.
El poeta que es libre,
escribe abierto,
declara su amor
en un tono secreto.
Las odas a la dama
son también al universo,
exaltan a la soberana
en una dimensión humana.
Así es la poesía,
una vía de escape,
que da esperanza y vida,
así estemos en jaque mate.