Se apagó la voz del bosque, el trino ha cesado;
La fronda azul viste su luto de pesar.
Ya no brilla en el aire aquel grácil volar
del colibrí cantor, se fue el trino alabado.
Sus plumas irisadas, su son delicado,
eran joyas vivas, un tesoro sin par
que yace sobre el musgo ese bello soñar,
cuerpecito inerte por la muerte abrazado.
¡Ay, frágil trovador de alas tornasoladas!;
tu vacío lloran las flores apenadas,
la brisa gime triste tu réquiem sutil.
Ya no liba tu pico el néctar de la aurora,
ni tu vuelo veloz el bosque azul decora.
Descansa en paz, pequeño príncipe febril.