Isabel Ortiz
Nocturno palpitante
Rebosan en ónice las habitaciones abisales.
Tapices desgarrados
que derraman por su dulce herida.
Me tienen distraída tus juegos mentales,
como filo de aros que rodean una luz perdida.
Palidece, desaparece, en la sombra infusiva
al borde del oscuro paraíso
bajo el sudario de mis muertas esperanzas
donde lo encuentran corrosivo.
Es un suplicio inmune de ilusiones,
pues no hay para ella resurrecciones.
No se detiene el vaivén del desespero
por aquellas separaciones.
Mi mente está borrosa, borrosa y vaporosa
como vidrio con el golpeteo de las gotas,
como imágenes acuosas del mundo exterior.
Tú, misterioso e intenso fanal,
enreda hurañas tu magnánimo fulgor
que hace mi corazón palpitar.
El alejarme de ti es como negarme a respirar.
He de buscarte ¿pero dónde buscaré?
Dentro de mí, todo desciende como espiral
que expía su infinito recorrer
¿Éste no es acaso el final del andén?
Haces que los colores divaguen en la rasa pared.
el vapor de tu mirada encandila
las más lóbregas tinieblas,
mis sentimientos se urden, se enhebran,
escrutan contra las piedras.
Ya hay de mis amargas lágrimas el odre,
es probable que esta languidez
junto con ellas empeore.
Necesito la gota de tus noches,
así como las mañanas
necesitan sus dulces acordes.
Porque lo más bello de la oscuridad
se encuentra en el relumbre de tus ojos lustres.
Eras tú mi amanecer
aún sabiendo
que emanas tu alma lívida en tu tibio porche.
Sin darse cuenta, ronda en su propia belleza,
en sus ligeras hondas eléctricas.
Pero, que más que su naturaleza
es su enluto mistral.
Eras tú mi alba,
aún siendo un solo cuerpo con el frío astral.
¡Oh! Gran condena.
Él era mi todo
y todo me recuerda a él,
a él, todo me recuerda.
-Isabel. O