A decir verdad,
De nuevo veo más soledad en los demás que en mi,
Veo un sin fin de posibilidades que se niegan a existir.
Mi misión será fingir,
Fingiré que olvidé las memorias que más me duelen conservar,
Porqué es así como puedo avanzar,
Entre todo el desorden que pude evitar,
En un sin fin de emociones que se niegan a cambiar.
Escuchando música en la oscuridad,
Melodías que hace mucho no podía disfrutar,
Con la mente nublada y la presencia olvidada,
Dibujando recuerdos que jamás se hicieron realidad.
Cuando la locura sonríe y el deliro persiste,
Cuando el anhelo enloquece y el cinismo florece,
Y con simpleza regresan los latidos,
Que una vez me brindaron alivio,
Que una vez punzaron con cariño.
Los latidos de un romance que eternamente roposó,
Con un corazón fuerte y lleno de emoción,
Con los vasos sanguíneos dependientes de afección,
Y sus tejidos infestados de una profunda desesperación.
Con los ojos eclipsados y completamente dilatados,
Con las cuerdas vocales temblando y colapsando,
En arranques de ira y pasión desmedida,
Con pensamientos suicidas,
Y el frenesí de sus pesadillas.
Con el alma depresiva y emotiva,
Frente al infinito, al borde del abismo,
Pobre criatura dolida,
Moralmente demolida,
Ansiosamente confundida,
Agotada y perdida,
Suplicando por compañía,
Rozando la espectrofilia.
Adorando la nostalgia de una vida pasada,
Que entre el misterio y la ficción,
Entremezcló una ilusión,
Que tan solo la dañó,
Y al destino profanó.
Entre predicciones que ni los astros más serviles pudieran concebir,
Rodeada de señales divinas de entidades apostando su mísero existir,
Divagando entre realidades,
Entre compromisos y altares,
Ahogándose en estanques,
En busca del oasis.
Lo que una vez medicina fué,
Manantial contaminado llegó a ser,
Infectando los tejidos de su piel,
Desangrando los terrores más íntimos de su ser,
Anhelando una vez más,
Al fin perecer.
La necrosis del cadáver que alguna vez,
Amé.