Alejandro Tejero Escribano

Esclavitud de las hembras de los vivientes

La esclavitud fue abolida

Pero persiste la impuesta

Por la cruel naturaleza

A macho y hembra pareja.

 

A la ventana me asomo,

Día de otoño lluvioso,

Observando un cierto número

De banderas circulares

Con muy diversos colores

Que una hembra humana sostiene

Para proteger de lluvia

Niño que será su cría.

 

La hembra de todo viviente

Se convierte en buena madre,

Antídoto de pequeños

De cada especie del mundo.

Progenitores otorgan

A sus crías cuerpo y alma

En un mismo acto sexual

De efusión emocional.

 

El instinto maternal

Dentro está de lo biológico,

Es la mayor sensación

Que da su prole cuidar

Y darle su protección.

Se entiende como misterio

Por nulo conocimiento,

Pero tal existe de hecho,

 

El instinto forma parte

De toda naturaleza

Impreso en seres vivientes

Por creador que lo da

Para que la especie humana

Nunca pueda terminar.

 

Hay un único milagro

En todo el gran universo:

Son dos células- gametos-

Masculina y femenina

Que fusionadas están,

Formando el cigoto/embrión

Hasta el feto y desarrollo

Del conjunto de su cuerpo.

 

Los órganos combinados

Del cuerpo de los vivientes

Juntos tienen vida propia

Que ya su alma integraría

Como interior elemento.

Las piezas juntas mecánicas

De una moto o cualquier máquina

Llegan a tener un `alma´

Que las hace funcionar

Para poder caminar.

 

El ADN del bebé algo influye

En el cuerpo de las madres

Que les cambia de feroces,

Bravas y gran indolentes…,

En amantes, diligentes…

En cuidar y proteger

A pequeños exigentes

De aquellos sumisos padres.

 

El Instinto humano puede

Controlarse por sagaz   

Basta inteligencia humana;

Pero el instinto animal

Controlarse es imposible

Porque no es ya racional

Sino un instinto a reglar

Que escapa a todo animal.

 

La hembra es esclava del macho

Que la fecunda, y protege

A las crías y a las madres.

El macho se rinde a la hembra

Para mantener la física

Necesidad de placer

Y la especie conservar.

Por aquel instinto impuesto

Sumisos quedan los padres

A exigentes hijos crueles,

 

Casi siempre que la madre

Muere la cría perece

Por falta del interés

Que a las hembras pertenece.

Hemos visto en reportajes

A crías permanecer

Junto al lado del cadáver

De la ya difunta madre.

Alejandro Tejero Escribano. Gijón,6-12-2024