MIGUEL CARLOS VILLAR

La pereza

La pereza

 

 

Un velo invisible,

coraza de plomo,

se ciñe al cuerpo.

El aire es un estanque

donde todo flota a cámara lenta.

Hasta los pensamientos bostezan.

 

Los párpados pesan un mundo,

y el reloj,

implacable testigo del tiempo,

con su quejido mecánico,

insiste en llamar.

Pero su voz es un eco lejano

perdido en el letargo.

 

El sol de la mañana

no encuentra fuerzas para despertar.

 

Una voz interna

intenta pactar entre el cuerpo y la inercia.

“Habrá tiempo”.

Pero no hoy.

Hoy, la cama es reino,

trinchera, refugio.

Hoy…,

la pereza es ley.