La pereza
Un velo invisible,
coraza de plomo,
se ciñe al cuerpo.
El aire es un estanque
donde todo flota a cámara lenta.
Hasta los pensamientos bostezan.
Los párpados pesan un mundo,
y el reloj,
implacable testigo del tiempo,
con su quejido mecánico,
insiste en llamar.
Pero su voz es un eco lejano
perdido en el letargo.
El sol de la mañana
no encuentra fuerzas para despertar.
Una voz interna
intenta pactar entre el cuerpo y la inercia.
“Habrá tiempo”.
Pero no hoy.
Hoy, la cama es reino,
trinchera, refugio.
Hoy…,
la pereza es ley.