Me miró
y casi insegura alcanzó a decirme:
- tienes tristes los ojos
Esperé que se marchara...
Me saqué los ojos
los sentí húmedos en las manos
y no tiritaba
estaba viva la tristeza como un ofidio.
Antes de ponerlos en su lugar
los aferré a mi pecho
y nunca los amé como ahora.