Mateo 14: 24, 25.
Un sonido tiene el mar
que oyen buenos pescadores,
buenos de esperanza, que oyen
la canción del horizonte.
Es tal vez que el ruiseñor
no desea ya su bosque;
quizá el canto es de una tierra
sumergida o viejos dioses.
Y se encrespa más el mar
como un látigo en la noche,
pero el bello canto sigue
y prosigue dando voces.
Y aquí está el amor osado
que se acerca como el Hombre
sobre un agua enfurecida,
mar vano ante aquel que impone
su voz santa en el ciclón.
¡Ha llegado el Redentor!