Hemos estudiado en repetidas ocasiones, el mármol que fue esculpido para nosotros, un barco con la vela enrrollada estando en completo reposo en el puerto. La verdad es que no son las imágenes de nuestro destino, sino nuestra propia vida. Se nos ofreció el amor, y nos encogimos ante su desilusión; el dolor llamó a nuestra puerta, pero nos daba miedo. La ambición nos llamó pero nos aterraba la posibilidad. Sin embargo, toda nuestra vida hemos estado hambriento de significado. Y ahora sabemos a ciencia cierta, que tenemos que levantar la citada vela, para coger los vientos del destino donde quiera que conduzca el barco y dar significado a la vida, puede terminar en la locura, pero la vida sin sentido, es la tortura de la inquietud, y el deseo vago, es un barco que anhela con mucha fuerza el mar, pero está lleno de miedo todavía.