Receta para la longevidad
(Paseo del dormitorio a la sala de estar)
Como si el cielo quisiera llorar un poema que no acabo de entender, me despierta el tamborileo de la lluvia sobre el cristal.
*El agujero en el calcetín expone mi piel al frío recordándome que estoy vivo.
*El grifo del baño insiste en su goteo, una melodía descompuesta que desafía mi paciencia.
*La escalera cruje bajo mis pies, viejo lamento, saludo de bienvenida que no promete nada.
*La cocina me recibe con montañas de cacharros sin fregar, pequeña selva a conquistar con mis desnudas manos.
*El pan de hace días se desmorona al tocarlo. En sus migajas encuentro un eco de sustento.
*La calefacción no funciona, pero en el frío del hogar siento la chispa de mi propia calidez.
*La aspiradora rota me permite escuchar el silencio.
*El estridente ruido de los vecinos en obras me suena a música marcial de progreso que he aprendido a no odiar.
*El “claxonar” de los coches se cuela por las rendijas de mis ventanas, para recordarme que no estoy solo.
*El teléfono, con su incesante insistencia, trae preguntas y demandas que me anclan al pulso de los otros.
*El gato vomita en la moqueta, tragedia doméstica, recordatorio de que ellos también tienen días malos.
*El periódico no ha caído en el buzón, pero los titulares ya los conozco: Las guerras siguen. Los hombres matan. Las lágrimas corren. El mundo arde.
Aquí estoy, en este rincón de contratiempos, de ruidos y frío, con las manos temblando y el corazón insistiendo en palpitar.
Palpitar, palpitar, palpitar…
Porque incluso en esa maraña de contratiempos algo pequeño pero inmenso también palpita dentro de mí: LA ESPERANZA. Esa que no acepta derrotas.
La lluvia sigue cayendo, el calcetín con su agujero, el grifo no deja de gotear, la escalera se queja, en la cocina los cacharros a la espera, el pan más viejo, la calefacción se resiste a funcionar, la aspiradora se solidariza con la calefacción, los vecinos siguen taladrando muros, ¿el teléfono?, ¡para qué contaros!, los coches atacan in crescendo su sinfonía, el gato ronronea despreocupado de su “descomida”, el periódico sin llegar….
Pero yo, ser diminuto e imperfecto, soy capaz de encontrar luz en lo oscuro y belleza en a la imperfección.
¡Con la vida no se juega!