alicia perez hernandez

LA TARDE SE VISTIÓ DE TI...

LA TARDE SE VISTIÓ DE TI...

                                                      La tarde se vistió de ti...

¡Me invitó a amarte!

Dejó el sabor de tus labios en los míos

y me llevó al calor de tus abrazos

y me estrechó en tu pecho

pude escuchar los latidos de tu corazón

pude verme en tus ojos y llenarme de ellos,

y quería bailar contigo la más hermosa canción

 y Puede sentir tu cuerpo pegado al mío

bailando la canción que nos ciñe al cuerpo

con olor, sudor, fuego y pasión con la piel ardiendo

juntamos los cuerpos en una bella melodía

bailamos hasta cansarnos tú mecías mi cuerpo

como la ola del mar y en el mar de tus ojos se perdieron

los besos que con mis labios rojos te di. 

                          y mi cuerpo caliente se aferró a ti y bailamos pegaditos.

¡¡La tarde se vistió de ti y me invitó a amarte!!

...Se me fue la melancolía y se me olvidó la tristeza,

...Se me olvido olvidarte y ¡Te Amé más que nunca!

Mecida en tus brazos al compás de un son,

tus labios y los míos se rozaron, 

   Y Juré amarte tanto hasta la muerte.

Amarte despacio y caminar sin rumbo de tu mano,

Para escribir juntos esta bella historia de AMOR...

Para amarnos y tenernos toda la vida juntos.

Disfrutar este amor hasta morir.

Amar como me amas tú, y como te amo yo.

Para seguir amándonos en la eternidad.

Alicia Pérez Hernández...México 

No es la pluma la que escribe, es el alma

Todos los derechos reservados©

\"Tu SILENCIO me hirió hasta el alma\"

Cuántas veces, amor, te amé sin verte y tal vez sin recuerdo,
sin reconocer tu mirada, sin mirarte, centaura,
en regiones contrarias, en un mediodía quemante:
eras sólo el aroma de los cereales que amo.

Tal vez te vi, te supuse al pasar levantando una copa
en Angola, a la luz de la luna de Junio,
o eras tú la cintura de aquella guitarra
que toqué en las tinieblas y sonó como el mar desmedido.

Te amé sin que yo lo supiera, y busqué tu memoria.
En las casas vacías entré con linterna a robar tu retrato.
Pero yo ya sabía cómo era. De pronto

mientras ibas conmigo te toqué y se detuvo mi vida:
frente a mis ojos estabas, reinándome, y reinas.
Como hoguera en los bosques el fuego es tu reino.


Cuántas veces, amor, te amé... (soneto XXII)