Nos hemos encontrado acá
donde encalla lo que rumea el silencio.
Llegamos a la curva del horizonte apasionados
y sin embargo, jamás vimos la gran caída,
jamás el otro Sol del que hablan los místicos
pero supimos de la ciega sed en sangre,
de la perpetua caricia de la Suerte, ramificada.
Acá, desde donde las oscuridades brotan
y nos dejan en evidencia, supimos
no disimular nuestro querer pausado
inesperado querer como el desprecio,
amargado como este querer la vida
que nos acerca a la muerte que no asistiremos.
Ahora que nos asinceramos por descuido
podemos echarnos en el pasto a reír.
Esta vergüenza y rubor
se parecen bastante más a la excitación que al arrepentimiento.