Amanece poco a poco
y hasta el día cobra vida,
se despiertan las ventanas
en las casas de la villa.
El jardín está mojado
por el agua y las gotitas,
de un rocío, caprichoso,
que en la noche dio su tinta.
Miro al cielo y veo nubes
muy oscuras y plomizas,
con la carga amenazante
de la lluvia entre sus tripas.
Hoy es sábado, y catorce,
de un otoño que termina,
que se marcha lentamente
a otras tierras infinitas.
Ya se asoma el padre invierno
con sus barbas blanquecinas
y que deja en las montañas
esa nieve que encandila.
Y se cierran nuestros ojos
evocando maravillas,
de otros tiempos ya lejanos
con etapas ya marchitas.
Pero queda en el recuerdo,
como brasas que se avivan,
lo vivido y los instantes,
con personas tan amigas.
Y es que el tiempo se paraba
y la sangre no latía,
en los pechos y las almas
de aquel tiempo y sus esquinas.
Hoy regresa la añoranza
de una edad y una sonrisa,
que dormían en las almas
entre versos y entre rimas.
Soplan vientos del oeste
y también de poesías,
es sin duda, el padre invierno,
que ahora llega y nos visita.
Rafael Sánchez Ortega ©
14/12/24