Espero por ti,
en la orilla del océano,
contemplando la caída del día,
su agonía vestida de matices seductores,
envuelta en un aire melancólico y somnoliento.
Sí, es como estar a la espera de la vida,
de la risa y el canto, de la bondad y la paciencia,
o cómo ser testigo de la libertad,
expresada en la gentileza de los ojos,
o a la espera del latido,
que abraza las ondulaciones del mar,
en la arena húmeda,
donde te presiento y te espero.
Te espero,
en el consentimiento total de mi pensamiento,
en la inagotable comprensión de la ternura,
y la incomparable conmoción de amar juntos,
acostados sobre la arena empapada por la entrega,
viviendo antes del pensamiento,
absorto en tus ojos de mar y cielo.