Cada vez sufro de espantos
si dispongo de un paseo
cuando a mucha gente veo
con sus múltiples quebrantos.
Un día, encontré a Don Santos,
con su cuma y su machete
al pasar por un boquete
y me dijo, con sorpresa:
—¡Qué mirada cara es esa,
deje que su mano apriete!
El encuentro fue emotivo
y no están para saberlo,
días tenía sin verlo
y el encuentro fue furtivo.
Y me dijo, pensativo:
—Quiero hablar de algunos temas
y que ahora son problemas.
Nos sentamos, conversamos,
y de lo siguiente hablamos
largo rato y sin esquemas.
—Creer se ha vuelto un dilema
confiar es un desafío
y no es un invento mío
tampoco una idea extrema.
—Vivimos en un sistema
que atrapa con un mendrugo
e impone su propio yugo.
La gente traga mentiras
—le dije— y luego te admiras...
—¡Le aplauden a su verdugo!
La vida está más compleja
la historia la han mancillado
y el pueblo sigue callado…
—¡Le apaciguaron la queja!
—¿Y quién los hilos maneja,
para que muchos lo alaben?
—¡El mismo que todos saben!
Y seguirán sus engaños
le faltan algunos años
espurios... —¡Y lo resaben!
—¿Y entonces, a dónde vamos?
Le pregunto al jornalero.
Y él responde: —¡Al matadero,
porque muchos la cagamos!
Y un buen rato platicamos
sobre el pobre y su pobreza
en la bolsa y su cabeza.
Lo vi muy arrepentido
pero ahora, convencido,
y con signos de braveza.
Y Don Santos no es letrado,
jamás asistió a la escuela
le han dado mucha pajuela
igual que algún licenciado
y a muchos que han estudiado.
Amarga es la medicina
que más dolor vaticina
por lo que está por venir
y el pobre, más va a sufrir,
con la vida más en ruina.
Y esa fue la conclusión,
con el hombre en alusión.