Navegaba en las heridas de Dios, vivía en la boca del cielo, pues mi alma pasea de la mano con el viento, nacida de la tierra, hundida por el agua y renacida por el fuego.
Tu esencia reposa en cada palabra, pero es el poeta un migrante de palabras, entonces los versos se quiebran para que el universo incline su lágrima al leer el dolor del poeta.
Del verbo inmortal nace un eco sin final entonces la eternidad nos escribe, dice que mi dolor es la lágrima que aún tu no lloraste, que el infinito puede sangrar como yo, pues porque mi alma va con la marcha infinita de las estrellas fugaces.
¡Amémonos hasta hacernos ceniza o polvo! Del polvo Dios nos recogerá, para que de ese mismo polvo pueda retrotraerse y hacerse piel, reencarnarnos, nacer de nuevo, conocernos, amarnos hasta hacernos polvo de nuevo, hacer juntos esta rutina eterna sin interrupciones y que a Dios se le olvide separarme de ti.