Tú sabes de la gloria, oh ángel mío.
¿Podría acompañarte en tu camino?
Iría conducido de tu mano
al alborozo de los arquetipos,
al sendero que lleva hacia la casa
donde reposas; hacia las serenas
campiñas donde nacen los Sonrientes;
donde a cualquier acción asoma el canto,
y es vivir una práctica a lo eterno,
y un cubrirse en las aguas el amar.
Donde es siempre el Espíritu mentor
más tangible que tierras y que soles.
¡Llévame, oh ángel mío, a donde sabes,
y preséntame a Aquél que bien adoras!