Es difícil decir adiós cuando se puede comenzar de nuevo;
pero pedir eso a un corazón herido… olvídalo, ya no tiene remedio, es imposible.
Sentados frente al barranco del olvido,
la siento muy nerviosa. No puede razonar ni aclarar todo ese torbellino tormentoso de emociones acalladas.
Quiere y no quiere; me mira y se agacha.
No es necesario… lo sé… es mi culpa; la herí, por quererla demasiado y apegarme a un sentimiento que se perdió hace bastante tiempo. “Si tan solo… me dejaras explicarte…”
A nuestro alrededor, cada quien toma su camino; otros se aguantan por secundarios intereses,
y otros no soportan y tiran al olvido todo lo vivido y soñado.
¿Realmente… quieres eso?
El daño ya está hecho y la herida sangra... y quizá me lamente toda una vida… pero será lo mejor.
Pero tú sabes, solo tú lo sabes,
lo mucho que intenté y la nada que acerté…
“Lo intenté…”
Solo no divulgues lo mucho que imploré por un poco de tu amor…
que, desgraciadamente, esa tarde lúgubre e imborrable… te perdí...
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