César Tomé Martín

ALEGORÍA

Cruzas. Dejas atrás,
y sin mirar, la fuente.
Las muchas escaleras
subes con prontitud de luz, de gloria.
Apasionadamente
y por donde más lejos queda todo
saltas la tapia, avanzas siguiendo el rudo seto
y evitas la presencia,
no sé cómo, del dóberman de turno.
Pero las bellas aguas de luna del estanque,
cuando para mirarte
en ellas
te inclinas como junco, callan, mueren.

Y no porque la envidia sea un cuadro
colgado con pasión certera, o como anzuelo,
en el más que obligado pasillo de la vida,
que lo es;
sino porque tú cuentas con horas temblorosas,
rotundas emboscadas de mareas sin dios,
miedos devoradores de confines,
inflexibles naufragios
que al espejo despojan de su magia
y aceleran el paso, la partida.

Saben que a la deriva tu navío,
tú,
en noches sin la amada.