Isabel Ortiz

La carta mojada

He buscado por los bosques 

al dueño de sus pintos matizados.

Llamé al cielo en el oriente

buscando los celestinos estrados.
 
 
 
Busqué respuestas a estas letras

pero solo chocaron

como eco en las paredes,

como cuevas siniestras 

eran lentos relieves.
 
 
 
He encontrado lo que ya no existe...

aquellos pastizales escritos

que mullaban mis latidos,

los guardo por ser de mimbre,

un escudo para los perfidios. 
 
 
 
Lienzo agotado, acaba jaspeado 

por mis salados ríos,

desteñían su color encantado 

los culpables cursos desencadenados.

Son laudes que nunca han sido dictados

a su perdido destinatario. 
 
 
 
Nunca será desvestida esa carta 

forjada en el alma, y en ella,

embestida en aguas, se desarma

en doradas venas de luto amarradas.
 
 
 
Solitaria y abandonada

en su vívido retrato

que dejaron abarrotado 

en el vestíbulo de mi mente atribulada,

en él cada detalle era considerado.
 
 
 
Nunca ha sido transcrita,

nunca ha sido plasmada 

en el arrullo de sus mejillas solapadas,

en su tez apagada,

que brillaba en mi mente

y mi sonrisa trazaba.
 
 
 
Se manchaban de alabanzas

a rasgos que no le inspiraban.

En él todo impresionaba.

Es un cinabrio lumbrante,

se enalzaba cual brillo de espada,

era un gran baluarte.
 
 
 
Destino tan cruel...

por la vida que fue, vida que dejé,

ahora es tierra árida 

en reflejos de mis lágrimas.

Eran gotas que lloré y las turbé 

como sentimientos que plasmé.
 
-Isabel. O