¡Vamos a contar poemas!
Uno, dos, tres … así no.
Vamos a contar poemas
y hagamos de Cicerón.
Casemos en sentimiento,
hablemos en reflexión,
optemos al universo,
seamos daga y blasón,
disfracémonos de duende,
transmitamos con su voz
el reflejo en una fuente
llena de imaginación.
En las noches tenebrosas,
donde reside el temor,
el verso es como la aurora
que te guiña con albor
y te llama y te enamora
acercando el resplandor
de una claridad canora
cuando obliga la opresión.
Escuchar versos de pena,
de hermosura condición,
te transforma en primavera
el invierno más feroz,
hace descubrir maneras
de esquivar cualquier dolor
y nos lleva a ser estrella
por un minuto o por dos.
Si te puede la tristeza,
si te viene un apagón,
si te surge algún problema
de difícil solución,
acude presto a la mesa,
cuando tengas la ocasión,
donde se sirva en bandeja
un poema salvador.
Se susurran las palabras
que han de oírse en comunión,
el ingenio es como un hada
que ilumina cual el sol,
a la sangre se la trata
como un tropo bermellón
cuando se hablan de batallas
que lo son o no lo son.
El ambiente es una hoguera
en el aire alrededor
del que recita poemas
con la voz del corazón,
hay atmósfera serena,
hay efecto de calor
aunque la muerte se sienta
presente tras el telón.
Vamos a contar poemas
sin buscar una razón,
vamos a mostrar la fuerza
de un soneto redentor,
de una dolora cualquiera,
de una asonancia en canción,
y vayamos a la guerra
de la dura incomprensión.