Soy portador insospechado del miedo.
Antes de nacer parece.
Lo aparento la mayoria de las veces.
Sospecho que el origen de la especie
viene formateado en algo o quizás bastante.
Se alojó en el reverso de hitos y tradiciones
que engordaron a sus anchas con historias familiares
propias y heredadas sin el beneficio de la duda
apenas simuladas por señas a mano alzada
vistiendo verdades con casi nula reputación
cada domingo al mediodía en el rito de las 11.
Angustia y ansiedad con sus excesos me persiguieron
con una mano cruel y otra invisible de hierro
alojadas en el interregno de mi propia perplejidad.
Aún maldigo ese matrimonio incasto
usurpadores de ilusiones acorraladas
dibujantes de peligros desde las sombras del cilicio
cernícalos carroñeros de órganos vitales.
Alojadas en mi pecho con patente de corso
disfrutaron sus carnadas de madera aventando
nubes al lenguaje diminuto colgado de mi voz
reduciendo mis súplicas por amor y por ser visto.
Le fui infiel y culposo a mi propia transparencia
oficio que aprendí con el lenguaje del murmullo.
Luego viví el ensueño que devoró la sorpresa imaginada
en una voz que rebotaba en mi mente
signando las estelas del miedo acorralado
por propios gritos de unas ganas concebidas
donde me atreví a contar mis propias rabias
acumuladas y enumeradas una a una
en la ruta que mi propia historia señalaba.
No niego que también disfrute del placer
con el protagonismo del miedo
y sus externalidades rebuscadas
que exculparon la cacería de ciervos
para mi tranquilidad de usurero.
Evadí el miedo siendo temerario.
Un ruego desde mis huesos
calaba mi perfil de hombre.
Mi crucifijo era una antorcha
de interminables conversaciones
luciendo un pecho de acero
sobre rodillas de bronce.
Hasta que un día, la vida, los años
con sus infinitas constelaciones
hizo vulnerable al miedo
para que revelara su cara de niño
y los contornos de un monte
donde las piedras eran sueños
cultivadas como perlas
por las noches y sus bordes.
Ahora el miedo es un gen conocido
y no le niego sus voces.
Protegido por su prudencia
su silueta me es familiar
cuando acojo con piedad lo que fui
y las tradiciones de entonces.