En la desesperante quietud
de la gélida y oscura mañana,
en las pocas ganas de estar aquí,
en el marasmo que me produce tu ausencia,
en el vacío de mi mente,
viene galopante el recuerdo de tu imagen,
al principio difuminada,
casi imperceptible,
y al redoblar el esfuerzo
para evocarte,
veo con claridad tu figura cálida,
la cual me acompaña
por unos pocos segundos,
me consuela.
Pero así como te revelaste
cual rápido y violento relámpago,
te alejas,
te vas,
y en la soledad de mi encierro
en esta habitación interminable,
de paredes mustias
y pisos antiguos apolillados,
te extraño,
extraño esas miradas de luz,
mi luz,
extraño tu singular voz,
tu voz,
se me oprime el pecho,
me sofoco.
Me apresuro,
acompañada
por el eco sonoro de mis pasos,
a proporcionarle a mis manos,
las imágenes inmóviles tuyas
estacionadas en la mesita
a lado de la ventana,
te contemplo,
posando sonriente
para ese momento eterno …
lluvia de remembranzas.
POR: ANA MARIA DELGADO P.