Léanse los titulares, trazos de sombra,
armas cortantes en la plaza pública;
danza el verbo, oscuro y fugaz,
y en su eco infundado
gime la verdad hasta deshacerse.
Cabalga en sus versos la desidia,
mientras torres de voz se alzan sin cimiento;
en la guerra del presente,
no hacen falta sentimientos:
basta un rumor que, regado,
germina cizaña, para que el pueblo
mastique el cuento en su fermento.
¿Quién guarda, en la opacidad del deseo,
la balanza justa y el testimonio ciego?
Si el falso presente al fiel pasado acecha,
y la mentira, vestida de seda, se aferra,
susurra al viento la pregunta seca:
“¿Dónde queda el amanecer sincero?”
No duermen los rostros tras la trama;
se rumorea en cañadas de fuego,
mientras se tejen los hilos de acero
que atan los sueños del cándido pueblo
a las lógicas del poder en los mentideros.
¿Qué hará la voz limpia si sale al ruedo?
Llueve la duda sobre plazas y toreros,
y las verdades, atrapadas en su miedo,
cabalgan lentas, mientras grita el dueño:
“¡Es cierto!” Pero nadie da fe con empeño.
En esta danza de dimes y diretes,
el tiempo dirá, aunque el paso sea lerdo,
si nos salva la razón,
si renace el mérito, o si todo fue apenas
un retorno de fuego de artífices muertos.
José Antonio Artés