Por encima del Castillo,
salteando la luz violeta
donde gira el paisaje
rondando cuatro paredes
recortadas y firmes,
se filtra la madrugada
color añil y naranja.
Suavemente,
en el instante preciso,
se abre el día
y lentamente asciende
el sol cobrizo
acariciando aromas
de verdor seco,
enredado
entre la estepa y el tomillo,
con la vida ya despierta.