“Hay palabras que no se dicen,
hay canto de pájaros que no se escuchan,
pero se deslizan por el cuerpo desnudo,
como un tatuaje canceroso,
en este espacio el habitante
gira como una gaviota tras una sardina,
las palabras más claras se olvidan…”
Amanece, la serpiente lo observaba
hacia dibujos fugaces en la arena
señales geométricas de un universo
que el viento parecía escupir
haciendo pausas, pero revelando
un secreto invisible en su alma.
El joven la miró,
en sus pupilas desnudas,
encontró la inmensidad del desierto.
En silencio se preguntó:
“Quien eres Tú”
¿Quién soy yo?
respondió el silencio.
La serpiente, como la corriente de un rio,
regresa a la profundidad de su habitación,
le había mostrado al joven
que el mundo esta en la mirada de cada uno,
comprendió que la vida
tiene la figura geométrica de un círculo,
una huella que regresa,
al punto de su inicio,
a veces, es como el primer llanto.
El joven sintió cómo su espíritu
guardaba el silencio y la inmensidad
y su cuerpo contenía la sobrevivencia del desierto.
Entonces comprendió,
que el desierto,
le hablaría hasta el próximo regreso.