**SOLO TÚ EN MI VIDA**
(Relato)
En la pequeña escuela de un barrio humilde, Sasha y Juan compartían algo más que juegos. Desde el primer día, entre risas y carreras por el patio polvoriento, formaron un vínculo que ni el tiempo podía romper. Juan, con su eterno espíritu protector, siempre estaba listo para defender a Sasha de cualquier travesura o caída. Sasha, por su parte, admiraba la valentía de su amigo y lo llenaba de sonrisas que iluminaban hasta los días más grises.
Los años pasaron, y aquella amistad inocente dio paso a algo más profundo. En la adolescencia, entre miradas tímidas y confesiones al atardecer, Sasha y Juan descubrieron el amor. En cada paseo bajo las estrellas, en cada carta llena de versos torpes, sellaron su compromiso con la promesa de estar juntos para siempre.
Pero el destino es caprichoso. Un traslado inesperado separó a Sasha de su barrio, y con ella se llevó los sueños que habían construido juntos. A pesar de los intentos por mantenerse en contacto, la distancia fue cruel y silenciosa, apagando poco a poco la llama del primer amor. Ambos siguieron caminos diferentes, cada uno formando su propia familia, intentando llenar el vacío que había quedado.
Décadas después, la vida volvió a golpearles con dureza. La muerte de sus respectivas parejas los dejó sumidos en una soledad que parecía interminable. Era como si el tiempo les hubiera robado todo, menos los recuerdos de aquel amor joven y puro que aún latía en algún rincón de sus corazones.
Una tarde, en un parque donde los árboles susurraban viejas historias al viento, Juan y Sasha se encontraron. El destino, que una vez los separó, ahora jugaba a reunirlos. Sus miradas se cruzaron, y en ese instante todo el dolor acumulado se desvaneció.
—Sasha, ¿eres tú? —preguntó Juan con voz temblorosa.
—Juan… jamás pensé que volvería a verte —respondió ella, con lágrimas en los ojos.
Las palabras sobraban; en su lugar, un abrazo eterno selló lo que años de distancia no pudieron borrar. Comenzaron a caminar juntos, recordando anécdotas de la infancia, hablando de sus vidas y, sobre todo, de lo que habían perdido.
Con el tiempo, decidieron unir nuevamente sus caminos. Se mudaron a una pequeña casa en las afueras, donde compartían días tranquilos llenos de risas, canciones y el amor que había esperado tanto para renacer. “Esta vez no volveremos a separarnos”, se prometieron.
Años después, un día de invierno, los hijos de Sasha y Juan los encontraron sin vida en su cama. Estaban abrazados, con una expresión de paz que solo el amor verdadero podía brindar. La noticia fue un golpe devastador, pero también un consuelo.
—Ellos siempre se amaron, incluso cuando estaban separados —dijo uno de los hijos entre sollozos.
—Es triste perderlos, pero al menos sabemos que su amor los acompañó hasta el final —añadió otro, con una mezcla de dolor y alivio.
La historia de Sasha y Juan se convirtió en un legado para sus familias. Había sido una vida de encuentros, separaciones y un amor que desafió el tiempo. Ahora, descansaban juntos, tal como siempre quisieron, demostrando que el amor verdadero nunca muere, solo espera el momento adecuado para brillar con toda su intensidad.
Porque en la vida de ambos, siempre hubo un solo nombre, un solo rostro, un solo corazón. Solo tú, Sasha. Solo tú, Juan.
Justo Aldú
Panameño
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