Salvador Galindo

Van y van las aguas proféticas

I

 

Van y van las aguas proféticas

de ayer en ayer,

la sintonía fina de las almas

atávicas en los cuerpos celestes.

 

 

II

 

El intervalo de alas oceánicas,

cadentes de vuelos de búho cazador.

¡Ulula! esparce sus plumas

sobre formas que decantan

y se vuelven islas

en su simetría.

 

El trueno ya despierta, y va

y salpica su ira sabia

en el centro del espacio

que es como la chispa

que revive la llama.

 

 

III

 

La combustión que resume mi existencia,

todos mis ayeres sintetizados en agua ¡Agua!

¡Qué bello es así el líquido reptar de las piedras

por un desierto de lágrimas!

Lágrimas que quizá reboten

y hagan brillar a las esferas y su ignominia.

 

La ignominia: papel de las formas

que impresas en la materia

se reconocen a sí mismas.

 

 

IV

 

Y las formas hacen fila para el frío espectáculo

de la computación sideral.

Un número revestido de alfabeto,

que es mi manía de volver siempre

al Uno que existe sobre mi cabeza

no más que como un enjambre de monotonía,

y van y van los discursos

develando el gas de los números y verbos,

ambos raíces de un mismo gran árbol cósmico

ambos hijos de su mismo carrusel

ambos hijos de su mismo lacerado tiempo.

 

Cuando debo elegir entre número o verbo,

el búho permanece siendo:

el consejero interminable entre ambos símbolos,

un catalizador astral,

el satélite de todos los tiempos y mundos.

 

 

V

 

Risa me causa

el rotar de los hijos del Sol

al concebir eternamente axial a su padre,

aquellos los vigías insuperables

que corroboran los aciertos de la Inteligencia,

acaecida la época del juicio final

entre verbos y números.

 

Es entonces que el búho sigue volando

y detiene miradas obtusas

que intimidan en nombre del Universo,

el Universo menos la Tierra,

el Universo menos la Luna,

el Universo menos el Sol,

el universo menos el Universo,

(¡Gran ojo que señorea!)

El vuelo del búho sobre la noche del Universo,

el Universo como postal del pensamiento

el Universo como la prueba de que no existen postales

más que nuestros delirios y nuestros cadáveres,

nuestros delirios, nuestros matemáticos y verbales delirios.

 

¡Delírica! va y va la delírica

esbozando las garras y el corvo

de un nuevo ave de rapiña

el cual sus plumas escribirán

la imposibilidad de desterrar su nido

a cuestas del pasado.

 

 

VI

 

¡Ay! ¡Qué triste! ¿No es así, búho?

Desgastar las últimas tintas de tu filosófico sangrar

que es el verdadero autor de esta fábula

de estos clímax indigestos de tensión

de estos finales abúlicos

de estas noches que no lo eran.

 

Tú, a mi lado, gran embudo del vacío,

tomémonos el último vaso de agua

y apostemos por la sed de los que sudan

por mantenerse elevados.

 

 

VII

 

Van y van entonces los ayeres profetizados en el agua

mas en el Universo no hay ni ayeres ni aguas

donde cultivar nuestra desnudez e inocencia.

El Universo todo se mira ahora

hecho nada más y nada menos

que su propia postal.