“La historia de cada siglo
es invisible, a veces, regresa
y el habitante,
desvía su mirada,
hasta que su lógica
repite la realidad, pero
la única diferencia, es su violencia,
como reflejo infinito impredecible”
En la ciudad, los espacios
tienen un precio,
¿Cuánto vale tu libertad?
En el desierto, la tormenta
se había escondido detrás de las dunas,
su cuerpo una parte ínfima del paisaje,
las huellas habían desaparecido,
pero quedaba algo de memoria en la arena,
en la soledad, la memoria tiende a emerger,
y pareciera que los caminos están escritos.
Llego a una pequeña casa,
el agua en sus labios
era como la mano que contenía
todo el tiempo,
el tiempo se torna mudo,
comprende el brote de las semillas.
Como las olas que arrastra caracolas,
suelta los sonidos de sal,
en esta calle, la muerte espera.
No tenía miedo,
en su sangre dormía el desierto,
y rugía como un animal herido,
en el pozo desértico, su sed
callaba, como una memoria desnuda.
En la ciudad, se había perdido,
la única túnica que cubría al habitante,
es la herencia quebradiza de la memoria,
tan fugaz como el viento que devora
las pisadas como sueños…