David Arthur

La rosa de la Navidad

 

La profusión plena de su jardín

se perdió en la insignificancia,

víctima de la indiferencia de un niño de seis años,

en cuyos pasatiempos

no cabía tiempo para tal esplendor floral

*

Entraba a veces sin aviso en su paraíso,

en misiones clandestinas,

para librar sus árboles de su carga

de cerezas, manzanas o peras.

*

Había ocasiones,

cuando ella me invitaba a pasar

en su mundo botánico,

para ofrecerme sus dulces caseros,

pegajosos y empalagosos,

por el único hecho de haber sido el niño de al lado.

*

Ahora, su casa se quedó solitaria,

su jardín cayó en un sueño de descuido.

Un joven erizo ha hecho su lecho acogedor de invierno

dentro de las hojas muertas de otoño,

congeladas por la primera escarcha.

*

En vísperas de San Esteban

vuelvo a entrar en su jardín,

para buscar lo insólito del invierno,

y como si fuera hecho por algún truco

de un prestidigitador invisible,

lo encuentro,

medio escondido,

dentro de los brotes dormidos de frambuesas,

recién abrigados en blanco por la nieve de anoche

*

Con la timidez de una virgen

se revela una belleza hechicera.

Sonrío, y en silencio

le doy a la vecina las gracias

por su legado perenne,

la rosa de la Navidad 

*

David Arthur ©®