OscarCampos

(Cinco)

 

 

“En el desierto

El agua es lo que calma la sed,

En la ciudad

es el pan que calma el hambre.

El espíritu atraviesa como un cuchillo,

 la piel desnuda, la profundidad

es el caos o la calma de una oración”

 

Un oasis emergió

En la distancia de la mirada,

como una respuesta desgarradora

a su cuerpo deshidratado,

un respiro húmedo para su sed.

Cerro sus ojos y un rio subterráneo

circula por sus venas,

el sonido del agua, la voz

 de su vida fluyendo por sus venas

como una oración callada.

En la ciudad,

el hambre se esconde en un espejismo,

hasta que la burbuja

se revienta en la pendiente,

o una espina se clava en la piel.

 

Hay una voz que nace de un pozo

en medio de la ciudad,

en medio del espíritu,

como el sonido de aguas

que arrastra los silencios

de un rio milenario,

como el amor que guarda el hábitat

de la tierra para el peregrino

que la entiende después

de la sed y el hambre.

 

El oasis le dijo al joven:

“Búscame en el agua de tu espíritu,

la sed te guiará,

cada vez que tu cuerpo se sienta morir,

cada vez que busques las huellas

que el viento guardó en su memoria”.

El joven dijo:

“No te buscare en mapas,

te buscare en los caminos

tatuado en las dunas”