Las horas enanas yacen
En la infección de mi paciencia.
Resulta desagradable
-hasta este punto-
El fastidio de la lírica terrena,
Aquella que nombran temblor
Como un eufemismo de su cólera.
Imagen tras imagen,
Conspiración tras conspiración,
Los otros -en masa- se inventan
Su propia versión del Apocalipsis.
La apertura de sus mentes es sísmica
Tal como los ríos que se pierden en el mar,
Tal como los muros que crujen y murmuran
Tras la histeria colectiva.
Sí, de estas horas enanas, pienso:
Este es el fin de la creatividad
Y el renacimiento del insomnio.
¡Bienvenidos sean, todos ustedes
a mi mente contagiosa!