Encuentro a la deriva
Rutilantes luces
se ahogan lentamente
en un mar en calma,
donde una danzarina luna
se baña en su quietud.
Cuando dejo mi barca a la deriva,
una leve brisa, casi un susurro,
acaricia nuestros cuerpos.
Ansioso de celebrar un encuentro
que el tiempo quiso aplazar
y que,
ahora se torna inevitable,
nos rendimos a un amour fou,
pasión indomable
que brota como un manantial,
alentada por este paradisíaco entorno.
La luna nos hace un guiño y
se oculta tras una nube,
cubriendo nuestros cuerpos
con un tul de privacidad,
fuera de miradas indiscretas.
En esta burbuja de tiempo,
el universo, furtivo testigo,
contempla nuestra incondicional entrega.
El mar…
musita su eterna canción.